“Los de
mi generación no se comportaban de esta forma” afirma un adulto mayor, en tono
severo. “Es que tú eres de otra generación, viejo”, responde en forma
displicente el muchacho. “Generación”, interesante palabra. ¿Pero qué significará en todas
sus dimensiones? Veamos el Diccionario de la RAE.
Generación.
(Del lat. generatĭo, -ōnis).
4. f. Conjunto de todos los vivientes
coetáneos. Ejemplo:
La generación
presente, La
generación futura.
5. f. Cada una de las fases de una técnica en
evolución, en que se aportan avances e innovaciones respecto a la fase
anterior. Ejemplo: Ordenadores de quinta generación.
6. f. Conjunto de personas que por haber nacido
en fechas próximas y recibido educación e influjos culturales y sociales
semejantes, se comportan de manera afín o comparable en algunos sentidos. Ejemplo: La generación juvenil,
La generación de
la guerra.
Generación
puede ser una acción. En este caso es un verbo: La lluvia sobre el desierto permitió la
generación de todo tipo de plantas y hermosas flores, lo que solemos llamar
desierto florido, en el norte de Chile.
Otro verbo o acción es cuando se produce algo nuevo donde no lo había,
como cuando decimos: Esperamos que el
nuevo gobierno signifique la generación de mejores condiciones para los
trabajadores.
Pero si nos referimos a nuestros
abuelos y antepasados, hablamos de la antigua generación. Nosotros somos la
presente generación y nuestros hijos y nietos, la futura generación. Alguien nacido
en los 60 dice: Yo pertenezco a la
generación que llegó a la luna. Y el niño agrega: Y yo soy de la generación informática, puesto que él nació
conociendo las computadoras.
Esta palabra tan utilizada diariamente en verdad no es nueva. Es un
término tan antiguo como la Biblia. Cuando la Escritura
habla de una generación puede referirse a:
- El tiempo de alguien: Como lo decimos hoy día, la
generación de mi padre o la de mi abuelo. “Porque pregunta ahora a las generaciones pasadas, Y disponte para
inquirir a los padres de ellas” (Job
8:8)
- Clase de personas: También puede referirse a una
clase de personas, como en "generación torcida" (Deuteronomio 32:5) o
"generación de los justos" (Salmo
14:5) “Ellos temblaron de
espanto; Porque Dios está con la generación
de los justos.” (Salmo 14:5)
- Cantidad de tiempo: La palabra generación que aparece en arameo en el libro del profeta Daniel, se emplea para una generación que va de abuelo a nieto y cubre alrededor de setenta años: “¡Cuán grandes son sus señales, y cuán potentes sus maravillas! Su reino, reino sempiterno, y su señorío de generación en generación.” (Daniel 4:3) y “Mas al fin del tiempo yo Nabucodonosor alcé mis ojos al cielo, y mi razón me fue devuelta; y bendije al Altísimo, y alabé y glorifiqué al que vive para siempre, cuyo dominio es sempiterno, y su reino por todas las edades.” (Daniel 4:34)
- Época: Suele aplicarse la palabra generación a la gente que vive en una determinada época, y, por extensión, a la época misma: “Mas ¿a qué compararé esta generación? Es semejante a los muchachos que se sientan en las plazas, y dan voces a sus compañeros” (San Mateo 11:16); “Y su misericordia es de generación en generación A los que le temen.” (San Lucas 1:50).
- Genealogía: También es evidente que se la
utiliza para designar a los integrantes de una genealogía (San Mateo 1:17) “De manera que todas las generaciones
desde Abraham hasta David son catorce; desde David hasta la deportación a
Babilonia, catorce; y desde la deportación a Babilonia hasta Cristo,
catorce.” (San Mateo 1:17)
Jesucristo tuvo duras palabras para las personas de su época; les llamó
una generación perversa. Cuenta el Evangelio:
“Y apiñándose las multitudes, comenzó a
decir: Esta generación es mala; demanda señal, pero señal no le será dada, sino
la señal de Jonás. / Porque así como Jonás fue señal a los ninivitas, también
lo será el Hijo del Hombre a esta generación. / La reina del Sur se levantará
en el juicio con los hombres de esta generación, y los condenará; porque ella
vino de los fines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, y he aquí más
que Salomón en este lugar. / Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio
con esta generación, y la condenarán; porque a la predicación de Jonás se
arrepintieron, y he aquí más que Jonás en este lugar.” (San Lucas 11:29-32)
Suele pensarse que los milagros y
sanidades realizados por Jesús tenían el propósito de hacer creer a la gente en
Él, pero en realidad eran sólo una manifestación de Su amor y poder divino. Nadie
llega a la fe por convencimiento intelectual ni por ver señales. La generación
malvada demanda una señal, pero el verla o experimentarla no la convencerá ni
convertirá a Cristo, ya que la fe no es asunto de emociones ni de pensamientos
lógicos, sino de convicciones que vienen del reconocimiento que somos
pecadores.
Jesús
afirmó que a esa generación que demandaba señales de Él, para poder convencerse
de que era el Hijo de Dios, no le sería dada ninguna señal más que la “señal de
Jonás.” Éste había sido un profeta de hace ocho siglos antes, que fue enviado
por Dios a predicar el juicio del Señor a la ciudad pecadora de Nínive. Jonás,
como todos los judíos de su generación, sentía un profundo desagrado por la
capital de Asiria y se rehusó a ir, huyendo lejos. Pero como nadie puede
arrancar del Señor, éste fue alcanzado en un barco en medio de un mar tempestuoso,
fue lanzado a las olas y tragado por un pez que, luego de tres días, lo vomitó
en las playas frente a la ciudad de Nínive. Obligado a predicar el mensaje de Dios,
los habitantes de Nínive escucharon su mensaje y testimonio, y se
arrepintieron. El Señor les perdonó.
Como
Jonás permaneció dentro del pez tres días, Jesús habría de permanecer en el
sepulcro y al tercer día resucitaría. La única señal que necesitamos para tener
fe es creer que Jesucristo resucitó y hoy está vivo, a la diestra de Dios
Padre, ejerciendo como Señor de toda la Humanidad.
La
generación de hoy no quiere creer en Dios porque sabe que a Él no le agrada su
forma de vivir. A Dios no le agradan nuestros adulterios, desórdenes sexuales,
vicios, egoísmos, ambiciones materiales, idolatrías, formas de entretención y,
sobre todo, el orgullo y soberbia de no querer reconocer que hemos fallado,
faltando a Sus mandamientos. Nos cubrimos y protegemos con nuestra forma de
pensar, “mi filosofía de vida”, “mi religión”, y todo tipo de argumentos para
dejar fuera a Jesucristo. Los habitantes de Nínive un día se levantarán, en el
juicio a esta generación, y la condenarán, porque ellos sí se arrepintieron a
la predicación de Jonás. Cuánto más hoy día, habiendo escuchado a Jesucristo y
visto de mil formas, no deberíamos arrepentirnos y entregar la vida a Él.
La
reina de Saba, sabiendo de la gran sabiduría y riqueza material y cultural del
rey Salomón, viajó desde Etiopía hasta Jerusalén para conocerlo y se encontró
con Uno mayor que él, Aquél que es la
fuente de toda sabiduría y conocimiento. ¿No deberíamos hacer lo mismo hoy día nosotros
y dejarlo todo por Jesucristo, para ser salvados de esta perversa generación?
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