¿Conoce
alguien el amor?[1]
¡El amor es un sueño sin fin!
Es como un lánguido sopor
entre las flores de un jardín...
¿Conoce alguien el amor?
Es un anhelo misterioso
que al labio hace suspirar,
torna al cobarde en valeroso
y al más valiente hace temblar;
es un perfume embriagador
que deja pálida la faz;
es la palmera de la paz
en los desiertos del dolor...
¿Conoce alguien el amor?
Es una senda florecida,
es un licor que hace olvidar
todas las glorias de la vida,
menos la gloria del amar...
Es paz en medio de la guerra.
Fundirse en uno siendo dos...
¡La única dicha que en la tierra
a los creyentes les da Dios!
¡El amor es un sueño sin fin!
Es como un lánguido sopor
entre las flores de un jardín...
¿Conoce alguien el amor?
Es un anhelo misterioso
que al labio hace suspirar,
torna al cobarde en valeroso
y al más valiente hace temblar;
es un perfume embriagador
que deja pálida la faz;
es la palmera de la paz
en los desiertos del dolor...
¿Conoce alguien el amor?
Es una senda florecida,
es un licor que hace olvidar
todas las glorias de la vida,
menos la gloria del amar...
Es paz en medio de la guerra.
Fundirse en uno siendo dos...
¡La única dicha que en la tierra
a los creyentes les da Dios!
La palabra “amor”, ¡Qué palabra tan frecuente en
nuestros labios! Una palabra pronunciada como un beso, bella en todo idioma: love
en inglés, amour en francés, amore en italiano… en ruso se dice
suavemente liubof. La usamos para expresar nuestro sentimiento hacia los
padres; la inculcamos en nuestros hijos; otorgamos el amor con singular
generosidad al novio/a, esposo/a o compañero/a de vida; lo compartimos con amigos
y amigas del alma. Pero a veces somos tan frágiles, inconstantes y veleidosos
en ese amor que la palabra pierde su credibilidad. Tal vez por eso ya pasa de
moda decir “te amo”, pues ni nosotros nos creemos. Los sentimientos humanos,
salvo unos pocos, suelen ser pasajeros y débiles; y el amor, como sentimiento y
no como convicción, es uno de ellos.
Es curioso constatar que por primera vez aparece en
la Biblia la palabra “amor” no referida a un ser humano sino a Dios, porque
indudablemente Él tiene tal sentimiento en grado superlativo y perfecto. Es en
el pasaje donde el patriarca Abraham negocia con Dios la salvación de la ciudad
de Sodoma, en procura de que no sea destruida por Jehová a causa de su maldad.
Abraham le dice al Señor: “Quizá haya cincuenta justos dentro de
la ciudad: ¿destruirás también y no perdonarás al lugar por amor a los
cincuenta justos que estén dentro de él?” Dios responde: “Si
hallare en Sodoma cincuenta justos dentro de la ciudad, perdonaré a todo este
lugar por amor a ellos.”[2] Contrariamente
a lo que muchos mal interpretan, el Dios que nos presenta el Antiguo Testamento
es un Dios que ama y es el mismo al cual se dirigió Jesús, llamándole Padre.
El
Dios invisible de Abraham, un Dios que no se puede representar de modo visible
o como icono cual lo hacían los antiguos pueblos paganos, es un Dios con
sentimientos de amor y compasión. Se hace Amigo del hombre y siente amor por
él: “Y se le apareció Jehová aquella
noche [a Isaac, hijo de Abraham], y le dijo: Yo soy el Dios de Abraham tu padre;
no temas, porque yo estoy contigo, y yo bendeciré, y multiplicaré tu
descendencia por amor de Abraham mi siervo.”[3]
Incluso, por amor, es capaz de cambiar sus planes,[4]
guardar fidelidad hacia Sus seguidores,[5]
perdonarlos y amarlos como lo hizo con el rey David,[6] hace
proezas y grandes obras[7] También, a diferencia de muchas personas
que no tienen un buen auto concepto, Él muestra que se ama a Sí mismo cuando
responde al clamor y llanto del rey Ezequías por su pueblo: “Y añadiré a tus días quince años, y te
libraré a ti y a esta ciudad de mano del rey de Asiria; y ampararé esta ciudad
por amor a mí mismo, y por amor a David mi siervo.”[8]
El
amor de Dios no es un amor permisivo. Muchas veces Él castiga el mal
comportamiento[9] y disciplina, pues se complace
en la justicia: “Jehová se complació por amor
de su justicia en magnificar la ley y engrandecerla.”[10] Mas la principal característica del
amor de Dios es Su misericordia, esa capacidad de compadecerse de los dolores y
miseria humana. Su amor no es finito
como el nuestro, sino eterno. El profeta Jeremías confiesa: “Jehová se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor
eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia.”[11]
En
el Nuevo Testamento, ese AMOR de Dios con mayúsculas, es dado a conocer primeramente
por Jesucristo, quien dice: “Si
guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he
guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.”[12] El
amor nace en el corazón de Dios; Jesucristo,
el Hijo, ama al Padre y el Padre ama al Hijo: “Como el Padre me ha amado, así también yo
os he amado; permaneced en mi amor.”[13] Jesús reprendió a los fariseos no tener el
amor de Dios en sus corazones: “Mas
yo os conozco, que no tenéis amor de Dios en vosotros.”[14] El amor Divino es transmitido a Sus seguidores:
“Y les he dado a conocer tu nombre, y lo
daré a conocer aún, para que el amor con que me has amado, esté en
ellos, y yo en ellos.”[15] Será el distintivo de ellos: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor
los unos con los otros.”[16] Jesús enseña que la mayor muestra de amor es
la entrega de la vida: “Nadie
tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos.”[17] Esta aseveración es más que una linda frase. Él la confirma con su propia vida, entregándose
al cruento sacrificio de la cruz en el monte Calvario, en Jerusalén; un
sacrificio de AMOR por todos los pecadores.
¿Conoce alguien el amor? Sí, el verdadero amor puede ser
conocido en Jesucristo que dio su vida por nosotros. “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios,
sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por
nuestros pecados.” [18]
[1] Poema de Francisco
Villaespesa, poeta español de la generación del 98.
[2] Génesis 18:24-32
[3] Génesis 26:24
[4] Deuteronomio 32:36
[5] 2 Samuel 15:20
[6] 1 Reyes 11:12,13; Salmos
25:11
[7] 1 Crónicas 17:19
[8] 2 Reyes 20:6
[9] 1 Crónicas 16:21
[10] Isaías 42:21
[11] Jeremías 31:3
[12] San Juan 15:10
[13] San Juan 15:9
[14] San Juan 5:42
[15] San Juan 17:26
[16] San Juan 13:35
[17] San Juan 15:13
[18] 1 Juan 4:10
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