“También tengo otras
ovejas que no son de este redil;
aquéllas también debo
traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor.”
San Juan 10:16
Es
curioso que la palabra “redil” escrita al revés sea “líder”. Es que todo redil
necesita un líder y todo líder formará un redil donde ejercerá su liderazgo.
He
escuchado varias veces un argumento en contra de la palabra líder, que no debe
utilizarse en la Iglesia porque no aparece en la Biblia. Es cierto, no leemos
esa palabra en la Escritura, pero debemos entender el significado de ella: “Persona
que encabeza y dirige un grupo o movimiento social, político, religioso, etc.”
Por tanto el líder principal de todo cristiano es el Señor Jesucristo; luego lo
será su pastor, su director de jóvenes, señoras o caballeros, su dirigente de célula
o grupo de estudio, etc.
En
la Escritura encontramos una enorme cantidad de personajes que fueron líderes de
gran fe en Dios y autoridad sobre el pueblo de Dios, tales como Abraham, Moisés,
Samuel, David, Pedro, Pablo, etc. Las características comunes de esos hombres
de Dios y que caracterizan al líder cristiano se pueden resumir de la siguiente
forma:
1) Profunda convicción y compromiso con
Dios y Su pueblo.
2) Amplio criterio para juzgar la
variedad de circunstancias humanas.
3) Espíritu
solidario, siempre dispuesto a servir a su prójimo.
4) Visión
de la obra que Dios le ha enviado a realizar.
5) Firme
voluntad para perseverar en el ministerio.
Dadas estas
virtudes, es evidente que un líder cristiano es alguien atractivo por sus
hechos, palabras y personalidad, para otros cristianos, deseosos de encontrar
un modelo visible de Jesús, pues el líder encarna en cierto modo el sentir, el
pensamiento y las actitudes y valores de Jesucristo. No es raro que un líder
tenga seguidores o discípulos. De esta forma surgen grupos cristianos,
movimientos, ministerios, iglesias. En otras palabras, nace un “redil”.
Sí encontramos
el vocablo “redil” en la Biblia. Diez veces el Espíritu Santo nos habla del
redil, muy propio de pueblos que practicaban la crianza de ovejas y cabras. Se define
como un “recinto cercado en el que los pastores guardan el ganado”. Los hebreos
eran un pueblo más bien nómade y de pastores. Por lo tanto es frecuente en las
palabras de los escritores bíblicos alusiones metafóricas al pastoreo, tales
como cuando el Señor habla al profeta Natán: “Ahora, pues, dirás así
a mi siervo David: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Yo te tomé del redil, de detrás de las ovejas, para
que fueses príncipe sobre mi pueblo, sobre Israel” (2
Samuel 7:8)
Con amor misericordioso, pero con firmeza, Dios nos
habla en la Escritura: “Yo
buscaré la perdida, y haré volver al redil
la descarriada; vendaré la perniquebrada, y fortaleceré la débil; mas a la
engordada y a la fuerte destruiré; las apacentaré con justicia.” (Ezequiel
34:16) Si bien es cierto el “redil” concreto es nuestra Iglesia o
congregación, en el sentido más espiritual es el Reino de Dios. Todo creyente
es alguien que en su espíritu ha sido trasladado del reino de tinieblas al
reino del Amado Hijo de Dios.
En
el Nuevo Testamento “redil” es definitivamente símbolo del Reino de Dios. Jesús,
el Buen Pastor, afirmó: “De cierto, de cierto os digo: El que
no entra por la puerta en el redil
de las ovejas, sino que sube por otra parte, ése es ladrón y salteador. / Mas
el que entra por la puerta, el pastor de las ovejas es.” (San Juan 10:1,2)
Jesús,
nuestro “Líder”, nos congrega en Su “redil” para sanarnos, alimentarnos con Su
Palabra, renovar nuestras mentes y transformarnos a Su imagen “Porque a los que antes conoció, también los
predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él
sea el primogénito entre muchos hermanos.” (Romanos 8:29)